Populismo: síndrome de continuismo...
Por Margarita Franco Zimmermann
Los ejemplos populista en América Latina de políticos, políticas e historias resultan interesantes y nos hacen un llamando a la reflexión para que podamos entender a nuestros políticos.
Los hay que utilizan el populismo, con discursos políticos que podrían estar separados en su momento histórico de las ideologías del partido que los lleva al poder.
Hacer política, con una estrategia que simplifica el contenido del discurso sustituyéndolos por slogans, frases, gestos, palabras populares, que riman, procurando con ellas establecer una relación de confianza a un nivel personal, entre el político o líder y el pueblo que le sigue. Asume que el público a quien se dirige, no comprende nada por encima del nivel elemental.
Las buenas o las malas palabras enturbian reputaciones por las expresiones utilizadas por ellos. Generan reacciones diversas en los analistas políticos, porque ellos quizás sin pretenderlo violentan la serenidad y generan diversas interpretaciones.
Cuando un político es populista, hace discursos a cortos intervalos, con pausas, pidiendo aplausos, el interlocutor sonríe, continúan las palmadas, el político se llena de impetuosa presidencialidad, agradece y pide más aplausos, al final va diciendo cada vez menos y después de su discurso no ha dicho absolutamente nada.
“Un político sin aplausos, es comparable con los equipos de béisbol que como invitados fuera de sus terrenos de juego, pierden por el handy cap de ser visitantes, sin aficionados.”
Así es y será siempre, los aplausos políticos solo sustentan egos que no se dan el permiso de ver la realidad que les rodea. Esas ovaciones que le hacían vibrar le producen graves efectos secundarios, de pasar sin saber que están pasando pero pasan. ¡Qué tontería! Ni se dieron cuenta que bailaron al son de los aduladores.
Se quedan con el deseo de seguir y seguir, porque se dieron cuenta que quizás lo pueden hacer mejor, pero ya es tarde.
El populismo, más que un método, tampoco es una ideología, ya que surge en etapas y por oleadas, más bien es una manera estratégica de hacer política, a veces tan sazonada que a algunos políticos, inclinando mucho el salero y para retroceder se les hace tarde, se colocan muy en la acera del frente, muy diferenciado en su totalidad de los mecanismos políticos tradicionales que utilizan la formalidad, por excelencia, que también tienen sus adeptos y seguidores.
Esta estrategia, puede ser aprendida, adquirida sobre la marcha, o innato al actuar de políticos que han ejercido o ejercen en la actualidad sus carreras. No es criticable cuando esas fichas se mueven y empiezan a dañar la imagen y estructura de una nación, sin olvidar que también al político lo vuelve indeseable, cuando queriéndose pasar se listo, de manera astuta hace silenciar a sus críticos, volcándose hacia una absoluta demagogia.
Ejemplos en Latinoamérica huelgan: los dos representantes más emblemáticos del populismo latinoamericano son: El argentino Juan Domingo Perón, en sus dos primeros periodos de gobierno y el brasileño Getulio Vargas, ellos se basaron en aupar lo nacional y centrar en anti imperialismo y anti oligárquico su estrategia, con postura autoritaria.
Otras dos maneras aunque un poco más democráticas, fueron surgieron Venezuela con los adecos y en Perú con los apristas.
En Colombia surge un líder político de corte popular, Uribe, representante opuesto a cualquier otra ideología, producto del hastí de un pueblo harto de violencia y del poderío del narcotráfico por su injerencia en la sistema político colombiano, una incesante corrupción del mismo, acarreando a este político a toda suerte de acciones de corte continuista.
Venezuela era un país que compartía alterabilidad y gobernabilidad política con dos grandes partidos mayoritarios, que al entrar ambos en una crisis con común denominadores, una larga cadena de escándalos y corrupción, pierden su espacio, representatividad y gobernabilidad, le crean el Agar perfecto a Hugo Chávez, quien llega al poder en una franca carrera populista, transformada hoy en día en continuista y expansionista.
Critica la injerencia norteamericana en Latinoamérica, a la vez que promueve la suya por todo el continente a través del poder del petróleo venezolano.
El populista Leonel Fernández, en el caso dominicano, surge como Presidente producto de un absurdo sin razón y al amparo del supremo desprecio de Joaquín Balaguer por el líder del Partido Revolucionario Dominicano, José Francisco Peña Gómez. A quien nunca le perdonó haberlo dejado fuera del juego quitándoles dos años de mandato, arrebatándole el papel protagónico en el “El Poder”, que quiso ostentar hasta la muerte.
Esto nos lega un Leonel presidente pupulista que no repara en el uso de prácticas clientelistas, prometiendo modelos que fracasan y de los que más adelante el mismo reniega.
En cambio, el mejor ejemplo de político con los pies sobre la tierra, es el brasileño Presidente Lula da Silva, personaje internacional y democrático, sin apego a continuismo, señala que más de una reelecciones confunden y se tornan en autoritarismo, narcisismo político que dan paso y tendencia a dictadura con “careta de popularidad”. Lula ha logrado cambios sustanciales en el ámbito socioeconómico en su pueblo, sin perder la hegemonía política, consolidando un liderazgo respetado en todo el mundo como paradigma latinoamericano.
En esta región este fenómeno político no ha sido superado, mientras, quienes lo auspician siguen suministrando a las turbas sus jarabes.
Santo Domingo, Rep. Dominicana. 2/9/2009
Por Margarita Franco Zimmermann
Los ejemplos populista en América Latina de políticos, políticas e historias resultan interesantes y nos hacen un llamando a la reflexión para que podamos entender a nuestros políticos.Los hay que utilizan el populismo, con discursos políticos que podrían estar separados en su momento histórico de las ideologías del partido que los lleva al poder.
Hacer política, con una estrategia que simplifica el contenido del discurso sustituyéndolos por slogans, frases, gestos, palabras populares, que riman, procurando con ellas establecer una relación de confianza a un nivel personal, entre el político o líder y el pueblo que le sigue. Asume que el público a quien se dirige, no comprende nada por encima del nivel elemental.
Las buenas o las malas palabras enturbian reputaciones por las expresiones utilizadas por ellos. Generan reacciones diversas en los analistas políticos, porque ellos quizás sin pretenderlo violentan la serenidad y generan diversas interpretaciones.
Cuando un político es populista, hace discursos a cortos intervalos, con pausas, pidiendo aplausos, el interlocutor sonríe, continúan las palmadas, el político se llena de impetuosa presidencialidad, agradece y pide más aplausos, al final va diciendo cada vez menos y después de su discurso no ha dicho absolutamente nada.
“Un político sin aplausos, es comparable con los equipos de béisbol que como invitados fuera de sus terrenos de juego, pierden por el handy cap de ser visitantes, sin aficionados.”
Así es y será siempre, los aplausos políticos solo sustentan egos que no se dan el permiso de ver la realidad que les rodea. Esas ovaciones que le hacían vibrar le producen graves efectos secundarios, de pasar sin saber que están pasando pero pasan. ¡Qué tontería! Ni se dieron cuenta que bailaron al son de los aduladores.
Se quedan con el deseo de seguir y seguir, porque se dieron cuenta que quizás lo pueden hacer mejor, pero ya es tarde.
El populismo, más que un método, tampoco es una ideología, ya que surge en etapas y por oleadas, más bien es una manera estratégica de hacer política, a veces tan sazonada que a algunos políticos, inclinando mucho el salero y para retroceder se les hace tarde, se colocan muy en la acera del frente, muy diferenciado en su totalidad de los mecanismos políticos tradicionales que utilizan la formalidad, por excelencia, que también tienen sus adeptos y seguidores.
Esta estrategia, puede ser aprendida, adquirida sobre la marcha, o innato al actuar de políticos que han ejercido o ejercen en la actualidad sus carreras. No es criticable cuando esas fichas se mueven y empiezan a dañar la imagen y estructura de una nación, sin olvidar que también al político lo vuelve indeseable, cuando queriéndose pasar se listo, de manera astuta hace silenciar a sus críticos, volcándose hacia una absoluta demagogia.
Ejemplos en Latinoamérica huelgan: los dos representantes más emblemáticos del populismo latinoamericano son: El argentino Juan Domingo Perón, en sus dos primeros periodos de gobierno y el brasileño Getulio Vargas, ellos se basaron en aupar lo nacional y centrar en anti imperialismo y anti oligárquico su estrategia, con postura autoritaria.
Otras dos maneras aunque un poco más democráticas, fueron surgieron Venezuela con los adecos y en Perú con los apristas.
En Colombia surge un líder político de corte popular, Uribe, representante opuesto a cualquier otra ideología, producto del hastí de un pueblo harto de violencia y del poderío del narcotráfico por su injerencia en la sistema político colombiano, una incesante corrupción del mismo, acarreando a este político a toda suerte de acciones de corte continuista.
Venezuela era un país que compartía alterabilidad y gobernabilidad política con dos grandes partidos mayoritarios, que al entrar ambos en una crisis con común denominadores, una larga cadena de escándalos y corrupción, pierden su espacio, representatividad y gobernabilidad, le crean el Agar perfecto a Hugo Chávez, quien llega al poder en una franca carrera populista, transformada hoy en día en continuista y expansionista.
Critica la injerencia norteamericana en Latinoamérica, a la vez que promueve la suya por todo el continente a través del poder del petróleo venezolano.
El populista Leonel Fernández, en el caso dominicano, surge como Presidente producto de un absurdo sin razón y al amparo del supremo desprecio de Joaquín Balaguer por el líder del Partido Revolucionario Dominicano, José Francisco Peña Gómez. A quien nunca le perdonó haberlo dejado fuera del juego quitándoles dos años de mandato, arrebatándole el papel protagónico en el “El Poder”, que quiso ostentar hasta la muerte.
Esto nos lega un Leonel presidente pupulista que no repara en el uso de prácticas clientelistas, prometiendo modelos que fracasan y de los que más adelante el mismo reniega.
En cambio, el mejor ejemplo de político con los pies sobre la tierra, es el brasileño Presidente Lula da Silva, personaje internacional y democrático, sin apego a continuismo, señala que más de una reelecciones confunden y se tornan en autoritarismo, narcisismo político que dan paso y tendencia a dictadura con “careta de popularidad”. Lula ha logrado cambios sustanciales en el ámbito socioeconómico en su pueblo, sin perder la hegemonía política, consolidando un liderazgo respetado en todo el mundo como paradigma latinoamericano.
En esta región este fenómeno político no ha sido superado, mientras, quienes lo auspician siguen suministrando a las turbas sus jarabes.
Santo Domingo, Rep. Dominicana. 2/9/2009
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